La esencia de la mexicanidad



Los pueblos, en general, han estado siendo distorsionados y, en mayor o menor proporción, empujados a cambios trascendentales que tienden a distancia rlos de sus características esenciales que definen su nacionalidad históri camente forjada y definida que les imprimió su identidad.

México no es una excepción; el México que ahora vivimos ya está plagado de elementos intrusos ajenos a nuestra real manera de ser, situación que torpemente hemos permitido, contraria a nuestra idiosincracia y a nuestras tradiones genuinas, todo ello por medio de ideologías intensamente difundidas por todos los medios disponibles al servicio de “la revolución permanente” del judaismo internacional, dirigida muy especialmente en contra del binomio Iglesia Católica-España.

Primero fue la guerra de independencia en toda América, que dejó indefensas a nuestras poblaciones ante los perversos poderes ocultos del judaismo, cuya índole es globalista para la formación de un sólo gobierno mundial, cuyo manejo dicen ellos que Dios les otorgó, encargó y mandó. Al quedar nuestros pueblos privados de la protección de España, simultáneamente con la organización de la revolución francesa (también judía), comenzó la cadena de revoluciones o guerras civiles en toda América, todo eso ayudado por la llamada “reforma” religiosa, dirigida por los rabinos judíos de Europa, principalmente de Inglaterra.

Las consecuencias de tales planes fueron, por su gran eficiencia y habilidad y tenacidad, tan duraderas que han podido ceñir a las naciones a sus consignas hasta el dia de hoy. Por eso México ya no parece ser lo que era y debe seguir siendo para ser auténtica Nación hispánica-latinoamericana, fiel a sí misma, católica, sensible, bondadosa y humanitaria, como la forjaron y civilizaron los españoles, los sacerdotes y los frailes, que dieron sus vidas a la sublime causa de formar naciones de gente buena, de naturaleza mestiza que incorporó a todas las tribus nativas en una nueva sociedad cristiana respetuosa de Dios y de su obra en la Creación. Para preservar esou principios y valores ideales es urgente rechazar y condenar enérgicamente el globalismo, “la nueva era”, el “feminismo”, las modas indecentes y todo lo que apeste a revolucionario.

Algunos autores han explicado y revelado estas maldades, como Federico Rivanera Carles, Lyndon Larouge, Salvador Abascal, Salvador Borrego, Victoriano Salado Alvarez, Carlos Pereyra, Luis Reed Torres, José Vasconcelos, Alfonso Trueba, José Fuentes Mares, Cristina Martin, Daniel Estulín, Eudocio Ravinez, Pablo Rosen, Joaquín Cárdenas Noriega, Cheryl K. Chumley y otros. Durante el arduo debate sobre el proyecto del Artículo Tercero de la Constitución de 1917, algunos Diputados fanáticos en exceso, expresaron terribles condenas para el Clero católico y la Iglesia en general, pero algunos también reconocieron abiertamente que esa actitud era reprobable porque todos los mexicanos eran católicos fervientes. Sin embargo los fanáticos lograron imponer en ese Artículo Tercero, que es el relativo a la educación, que se prohibiera las enseñanzas religiosas y que la educación en las escuelas debe ser laica, es decir: atea.

Pero es muy pertinente aclarar aquí que nuestro sistema político, con el Presidente a la cabeza estuvo permitiendo y estimulando durante varios períodos de gobierno, la introducción de diversas sectas protestantes, con la ayuda del gobierno de Estados Unidos, en cuyas altas esferas se decía: “hay que protestantizar, para americanizar”.



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